Justo después de acabar la Segunda Guerra Mundial, el famoso ordenador Mark II, que había participado activamente en la guerra actuando como una calculadora avanzada, empezó a fallar.
¿El motivo? Una polilla, ‘bug’ en inglés, se había metido en uno de los miles de relés del ordenador causando el mal funcionamiento. Pasó así a convertirse el primer bug de la historia. El diario de desarrollo aún conserva con la polilla pegada con celo y muchos la creen como el origen de la palabra bug.
En esta página, que podemos observar en Museo de Ordenadores del Centro de Guerra Naval en Dahlgren, Virginia, se hace así referencia al primer bug encontrado.
En este sentido, una de las primeras programadoras de la historia, Grace Murray Hopper , que participó como programadora principal, cuenta en sus charlas que ya se usaba la palabra “bug” con anterioridad.
Para remontarnos al primer uso documentado de la palabra bug tenemos que irnos a 1889, a la noticia de un periódico que incluye a un famoso inventor:
«He sido informado que el señor Thomas Alva Edison descubrió hace dos noches un «bug» en su fonógrafo, una expresión en la que se resuelve una dificultad, implicando que algún insecto imaginario se ha infiltrado dentro y está causando problemas. Uno de los editores del papeleo de Edison, me ha asegurado que esta palabra se ha estado empleado de manera común en sus libros de notas desde la década de 1870 para denominar problemas y fallos.»
Al parecer, todo indica que el origen de la palabra bug está en los telégrafos, más concretamente en los telégrafos cuádruples, de sensibilidad excepcional, y en los que la introducción de “bichos” entre cables, clavijas y espacios reproducía código morse incomprensible.
Esto originó que, a modo de broma, cuando alguien fallaba al usar uno de estos aparatos, se refería al error como a un molesto “bug”.
Abel Martínez
Desarrollo